El segundo cerebro

En Setiembre de 2016, Juan Pablo era un niño autista con hiperactividad complicado, había roto varios vidrios en momentos de crisis, tenia autosgresion, y tomaba altas dosis de tres piscofarmacos distintos que combinados dejaban a cualquiera en coma por un año, pero en él no generaban efecto alguno. Y como si fuera poco cuando se terminaba una crisis empezaba otra porque le dolía demasiado el estómago, claramente eso lo descubrimos después porque no sabe decir cuando le duele algo, pero si lo observas bien puede dar algún indicio de que parte del cuerpo es la sentida. Me acuerdo que le dolería tanto que en pleno momento de gritos, golpes y llantos se subía la remera en cualquier época del año y ponía la barriga directo al piso frío. Y ahí aprendimos que era dolor de estómago. Lo malo era que nuestros cerebros no respondían tan rápido en el medio de aquel barullo.
Nadie sabía que hacer, y cuando digo nadie hablo también de profesionales. La situación estaba llegando a su límite y se agotaron los recursos, al punto de que la psiquiatra infantil decidió hacer una interconsulta con una profesora en psiquiatría en Montevideo.*
Esto implicaba viajar con un Juan Pablo así dos horas y media en auto hasta allá.
Llegamos, y como si fuera una novela trágica nos habíamos equivocado de fecha. Era el 20
de octubre, me acuerdo como todos nos queríamos morir, menos Juan que sorprendentemente estaba copado con la ventana del consultorio en un 9 piso mirando todo Montevideo. Hicieron una excepción, tuvimos que esperar un ratito más que fue eterno. Hasta ese día Juan tenía una adiccion a los jugos clight y a los lácteos, así que en ese tiempo todo lo que hizo fue comer puddings y tomar jugos hasta explotar.
Y entraron.
Mi tía y yo, nos quedamos afuera hasta que en un momento me llamaron. Gabriela-la doctora- se estaba “burlando” de Juan y su infinidad de estrategias para golpear vidrios, por primera vez en muchos años alguien se le había enfrentado sin violencia y le estaba diciendo “ a mi no me vas a pasar por arriba”. Creo que fue la primer profesional ajena a los de su centro que no le tenía miedo a ninguna de sus reacciones.
Gabriela nos dio un montón de estrategias para que por ejemplo deje de romper vidrios, para explicarle los lapsos de tiempo, para buscarle un espacio que pueda distenderse. Cuando llegó el momento de hablar de la medicación decidió sacar uno de los psicofarmacos y bajar la cantidad en los otros dos, agregó un alfa agonista de acción central que su principio activo es la clonidina, su función original es ser un agente antihipertensivo pero actualmente se lo está recetando para la hiperactividad o ya que estamos poniéndonos serios con el vocabulario TDAH.
Mientras seguía haciendo preguntas, surgió el tema de la alimentación, Justo ella había hecho un estudio de lo malos que son todos los jugos en polvo, y alguno que otro envasado particularmente en el autismo. Nos sugirió una dieta sin gluten, sin caseina (proteína de la leche), sin azúcar refinado y sin soja. Ahí me acorde que Mariana, una madre que había conocido hacia un par de años la hace con sus 5 hijos, algunos autistas y otros no, y ella me había insistido para que la empezáramos. A su vez nos contactamos a través de Gabriela, con otra Mariana que es mamá e ingeniera química (creo) que nos pasó un PDF cortito y al pie de las sustituciones que teníamos que hacer, donde comprar todas esas cosas raras que aparecían en su genial recetario, que hasta el día de hoy lo sigue actualizado por WhatsApp. Estas Marianas son amigas, y fueron las pioneras en esta dieta convencidas de lo que hoy la ciencia afirma, EL ESTÓMAGO ES NUESTRO SEGUNDO CEREBRO, no es una filosofía hippie que en el fondo se basa en “somos lo que comemos” Realmente se que no. Y me sorprendió cuando el año pasado en mi primer día de facultad una profesora médica de cerca de 70 años dio toda una clase sobre eso. Pero volviendo al tema, fue así que con recetas médicas y de cocina, mails, celulares, libros y estrategias salimos de esa interconsulta rumbo a casa. No antes sin hacer una actividad propia del interior dar una vueltita por 18 de Julio. (No me tienen que explicar que en Montevideo la gente no hace esas cosas, porque ya lo sé 😂)
Una de las cosas que nos enseñaron es que los lacteos generan adiccion, y que puede costar o poner más sensibles a quien se lo saquen. Aún así al otro día mamá sacó todo el gluten, lácteos, azúcar y soja que había en casa, leímos el mini manual que nos dió Mariana y empezamos. Total, no estábamos perdidendo nada.
Ya saben que si miro 10 años para atrás todo lo qué pasó es increíble, pero mas cerquita, aquel 21 de setiembre nuestra vida cambió, al principio como todo medios perdidos, me mandaban a mirar 1 hora la góndola de Celiacos de cada súper, y de esa seleccionaba lo qué tal vez con algo que cocináramos para complementar serviría. Aprendimos que es la goma xantica, lo bueno que es el sesamo, a tomar licuado en enero pero también en julio, y todo tuvo eso tuvo su precio la primera noche que sentados en el comedor mis padres y yo escuchamos un silencio misterioso, y nos pellizcamos al ver que por primera vez en 8 años Juan Pablo se había sentado a mirar la tele. (Fueron 5 minutos, igual históricos).
Hoy Juan Pablo, tiene un peso ideal para su altura y edad, no tiene más dolores mortales de estómago, está más tranquilo que en aquel entonces, está bien de colesterol, de hierro, y de salud. A nosotros nos funcionó, a las Marianas también y a una prof. De Psiquiatría en Uruguay también.
*Gabriela Garrido, directora de la Clínica de Psiquiatría Pediatrica de la facultad de Medicina en el Pereira Rossell, y coordinadora de la Unidad Especializada en TEA del mismo hospital.

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