En casa hay que reírse siempre.

Cuando era chica mamá siempre me decía que a tus mejores amigas te las hacías en los últimos años del liceo. A ninguna de mis amigas me las hice en el liceo. Esa es una de las milliones de diferencias que tengo con ella.
Mis amigas se fueron sumando a la historia de mi vida, entendiendo como vivo, porqué vivo tan lejos, porqué llegar a sus casas necesita de una organización o desorganización en su defecto de la mía. Pero por supuesto no saben con lujo y detalle cada momento, cada situación. La mayoría de las cosas que cuento acá para ellas algunos detalles son nuevos.
Hace unos días le contaba a Manu, que no tengo idea como terminé el liceo, en esos 6 años básicamente los peores de Juan la vida era una locura. Me levantaba 6:10, intentaba hacerlo en realidad porque casi siempre me dormía. Papá sin dormir porque Juan habría estado despierto jugando, prendiendo luces o tirándoseles en el medio de su cama me llevaba volando a tomar el ómnibus siempre tarde de las 7 am, que me dejaba con todos los de mi barrio 7:20 a dos cuadras del liceo. El horario de entrada era 7:45, hoy pensándolo bien no era taaaanto tiempo pero para mi esos minutos eran eternos.
Llegaba a casa en ómnibus a las 14hs a almorzar, corría a inglés, corría a hacer prácticos, corría a gimnasia del liceo, corría a los trabajos en grupo y ahí me quedaba en lo de alguna buena amiga que me bancaba en su casa hasta que llegara papá de trabajar y me lleve a casa alrededor de las 21hs. Donde nos recibía mamá con Juan llorando por dormirse, se imaginarán que a esa hora y sin haber parado casi en la tarde mis intenciones de estudio no eran las mejores.
Al principio de bachillerato, donde la exigencia era mayor y la vida en casa se apretaba aún más, jamás hacía deberes, no entregaba los prácticos, no hacía nada. En realidad quería hacer todo mi esfuerzo, pero el desgaste físico y emocional de mi casa no me dejaba. Hasta que, en algún momento me adapté, capaz fue porque tenía todas las materias bajas, capaz fue porque perseveré. Ahí empecé a entender física y química con ayuda de dos profes particulares, me puse al día con casi todas mis materias, estudié (bueno más o menos) me quedé noches enteras haciendo carpetas de dibujo.
Y salvé.
Es la primera vez que cuento públicamente todo lo que vivía mientras trataba de sobrevivir el liceo.
Nunca me animé, porque no quería que me trataran de manera especial, o que se enojaran conmigo (miedos que tiene uno). O que me miraran con lastima.
Andaba por esa época cuando un amigo de mis padres me presentó a un grupo de mi edad, años más años menos, que al tiempo me integré. Ese grupo salía los fines de semana a misionar, y yo me empecé a sumar, empecé a salir, a viajar y a ser muchísimo más independiente. Eso me salvó de millones de cosas, seguramente de no tener depresión.
Hoy pensando con mamá nos acordábamos como desde que Juan empezó a crecer siempre tratamos de sonreír, papá en broma siempre dice que en casa los velorios se anuncian con una sonrisa, porque a Juan le gusta que todos estemos contentos, sino se pone a llorar él. Es muy gracioso cuando piensa que estamos discutiendo o elevando el tono porque enseguida te hace acuerdo y volvemos a la calma. En casa hay que reírse siempre.

El año pasado me animé a hacer una carrera terciaria, sabiendo que Juancito puede amanecer mal algún día y tener alguna crisis, o acostarse a dormir a las 21 entonces no poder hacer ruidos. Gracias a dios la terminé. Me recibí y en estos días hace un año de eso.
Este año decidí terminar la cuenta pendiente que me había quedado con inglés, estoy cursando first. Me estoy exigiendo todo lo que se que puedo, a la vez que dejo mocks a la mitad para correr a ver si Juan está corriendo desnudo, o si ese silencio mientras mamá cocina no significa peligro.
Hay días que tengo que hacer un writing en el auto porque todos hablan sin parar, hay días que se acuerdan y hasta Juan hace silencio. A veces me auxilia mi amiga Pia que me deja ir a su casa a hacer algo de inglés. Ahora es diferente, ya no soy una adolescente rebelde, con mi familia vivimos el proceso de aceptación del diagnóstico, si todos los días uno trata de aceptar más que ayer pero
al  reflexionar el otro día con mi amiga Manu, le contaba que en aquellos momentos del liceo jamás hubiese soñado con tener un blog, con que ustedes, la mayoría desconocidos me leyeran, ¿pueden creer que llegué a Argentina? Yo no.
También le decía que estoy feliz, feliz de la vida que me tocó, de todos los momentos que la componen, de los caminos que se abrieron y de la adulta que en teoría estoy siendo.
.
.
.
Como saben el blog está estrenando Instagram pueden seguirme @unahermanamayor

Comentarios

  1. Eres una persona llena de luz. Todo lo que llega a nuestra vida, alegrías, tristezas, retos... nos hacen ser lo que somos. Algunas veces crecemos tanto en tan poco tiempo... Estoy segura que esto que haces te abrirá muchas puertas, para que las atravieses con tu hermano de la mano y llegues a lugares que ni te imaginas. Necesitamos como sociedad gente como tú, como la mamá de Cande (cande_down side up) y tantos otros que nos quiten el miedo y los prejuicios de no saber como acercarnos a lo "diferente". Tenemos mucho por aprender y aprehender... Bendiciones para ti y tu flia. Sigue adelante! Un beso para Juan...

    ResponderBorrar

Publicar un comentario

Entradas más populares de este blog

Cortes de Pelo

Un Consejo de Hermana.