Cortes de Pelo

Prometí un post de cortes de cabello, y cualquier excusa sirve para no estudiar asi que acá va.
Es un poco más difícil explicar esto por varias razones: a mi nunca me molesto que me corten el pelo, siempre fui una niña tranquila (todo lo que no soy de grande), no tengo hipersensibilidad a nada y no tengo idea que sensación te da la máquina de cortar pelo porque nunca la he tenido en mi cabeza.
Pero teniendo en cuenta esto, puedo contar la experiencia con Juan Pablo. Quien el día que hable entre las millones de preguntas que tengo sería contarle que me explique que sentía de chiquito al ir a la peluquería.
Algunas madres me dijeron también que es normal que a algunos chicos no les guste de por si ir a cortarse el pelo, la verdad no soy madre así que me guío por lo que dicen ellas.
En realidad no me acuerdo quien le corto el pelo por primera vez a Juan, sinceramente estaba pensando que no se si alguien se acuerda cuando fue el primer corte de su hermano menor a menos que haya sido participe importante. Lo que si se es que en un momento aprendí que es impresionante como le crece el pelo a los varones, y que a mi me demoraba una eternidad que crezca dos centímetros.
Entonces una vez al mes Juan y papá iban a el peluquero de confianza de papá. Que convengamos que a un pelado no es mucho el tratamiento qué hay que hacerle. 
Algunas veces Juan lloraba otras creo que no. 
En algún momento decidieron llevarlo con Majo, estoy casi segura que después del diagnóstico.
Majo es la persona más amorosa que a tratado con Juan sin tener formación específica en Autismo. Es una persona que hace su trabajo con todo el amor, y precaución del mundo, y fundamentalmente aceptó lidiar con un niño con actitudes un poco diferentes sin siquiera cambiar de rubro.
Hace unos días la encontré en la calle y se acordaba de cuando “su príncipe” se sentaba en un latón con agua y ella con la velocidad de la Luz mandaba tijeretazos por toda la cabeza tratando de que no se pusiera a llorar. Mientras él aparte de estar jugando comía algo rico y tomaba jugo. 
Cada corte de pelo era una odisea, más o menos nos preparábamos con reforzadores o cosas atrayentes. 
Nunca sabíamos si iba a ir todo ok, si iba a ser potable, o drásticamente un desastre. Mirando en perspectiva creo que esa última frase me podría definir 😂
La gente sabia siempre tiene más de un peluquero, ya saben, ese de confianza al que dejas que te haga lo que quiera, al que vas de apuro pero se te hace costumbre, al que ibas antes, es el secreto que todos guardamos para que los peluqueros no se enojen. Imaginen que en una ciudad del interior y mi manía de cortarme el pelo radicalmente corto cada tanto mis peluqueras no son tontas.
Claramente me pasa, me pasó y me pasará siempre, aunque debo admitir que actualmente no frecuento tanto la peluquería como en aquel entonces. 
Cuando Majo quedó embarazada nos mudamos acá afuera y se empezó a complicar la logística de absolutamente todo incluso la peluquería. 
Probamos con una que quedaba relativamente cerca y no fue la experiencia más linda que hemos tenido. Era algo así como Juan llorando desesperadamente, la peluquera con todo su esfuerzo, amor, temple intentando hacer su trabajo, papá con una capa de peluquería sentado con Juan en brazos aprendandolo para que no se escape.
Debe haber sido la peor en realidad porque no volvimos a cortarle el pelo por dos años, solo le aprolijabamos las patillas dormido. 
Y un día mamá, decidió tomar cartas en el asunto, de noche, con Juan Pablo recién dormido sobre una almohada con una toalla estratégicamente colocada desde antes, sacaba la máquina de cortar pelo (sigo sin saber el nombre correcto) y entre besos y movimientos silenciosos le cortaba primero de un lado, se iba del cuarto, yo le daba vuelta la cabeza y enseguida retomaba la otra mitad de la cabeza. 
No me acuerdo cómo quedaba, pero si recuerdo que lo hicimos dos veces al mes por mucho tiempo. 
Tampoco se porqué lo dejamos de hacer, supongo que porque es un poco raro y porque Juan algún día iba a tener que aprender a que el pelo se debe cortar. 
Ese día llegó con el tiempo, convivir con el autismo te ayuda a dejar de lado todo tipo de ansiedad, prácticamente todo es algún día quizá suceda tal cosa y si no sucede realmente no nos preocupamos hoy, lo haremos en el momento que sea necesario y con las situaciones cómo se den. 
Así se dio el corte de pelo despierto, con papá corriendo por el pasillo o apretándolo para que se quede quieto en el asiento, mamá con la máquina pasaba una vez y dejaba, y yo con los reforzadores en mano con mi mejor acting diciendo con una sonrisa enorme: QUE BIEN JUAN PABLO, QUE GRANDE QUE SE DEJA CORTAR EL CABELLO, QUE LINDO ESTAS QUEDANDO. 
Y no lo he cambiado mucho desde entonces, con el autismo al lado uno se vuelve un poco rutinario.
Por esas épocas apareció “José aprende” una app de Fundación Orange donde cuentan pequeñas historias relatadas y con pictogramas. También encontramos pictogramas de cortes de cabello y de a poco lo fuimos familiarizándolo. 
Cada vez que se va a cortar el pelo vemos ese cuento y los pictogramas. Le explicamos y le vamos mostrando las cosas ricas que va a ganarse si se corta el pelo. 
Habrá sido la madurez o el interés pero me acuerdo que hace no mucho mamá le dijo “Juan Pablo tú eres grande, debes sentarte para cortar el cabello” y funcionó. Se sentó (5 minutos) no se opuso al corte, se paró un ratito, comió reforzadores, yo hice mi acting. 
Y siguió.
Desde entonces casi siempre es así.
Hoy es Thanksgiving, o día de acción de Gracias. Escribir acá me hace pensar en todo lo vivido y lo que somos hoy, estoy segura que si pudiera ir como estoy hoy a la salida de aquellas peluquerías de 2014 a contarles que un día Juan Pablo se iba a quedar sentado mientras mamá que es maestra corta el pelo como una profesional, estoy segura que mamá y papá de esa época se matarían de risa. 


Comentarios

Entradas más populares de este blog

Bienvenidos👋🏼